Las oportunidades llegan cuando tú levantas la mirada al cielo y le permites que él se abra para ti.
A mis ojos llegó la imagen de un libro, que inmediatamente y sin saber porque, me llamaba a leerlo y hundirme en la profundidad de esa historia. Se lo pedí a Dios y si era conveniente que yo pudiera leerlo el pondría el canal.
Y así fue, unas personitas se encargaron de ponerlo en mis manos y sé que lo hicieron con muchísimo amor, y hoy mi gratitud toca sus almas, porque ahí es donde ese sentimiento realmente perdura.
Hoy terminé de leerlo y realmente la conexión con ese gran ser es tan fuerte, que sin pensarlo ni imaginarlo, me envolvió no solo en su historia sino en la de las personas que fueron su refugio, sus guías y compañeros de viaje. Tratar de entender o comprender un Ser tan iluminado solo lo podemos hacer por medio de nuestro corazón y alma. Nuestra alma reconoce la historia y nos acaricia lentamente para comprender que solo estamos escalando pequeños peldaños de los grandes que él escaló para que pudiéramos tener una gota del conocimiento que redescubrió en sus caminos y años de estudio.
Cuando terminé de leer el libro sabía que debía refugiarme en ese espacio sagrado que yo llamo lugar de meditación, para agradecerle a Dios y al Maestro Jesús. Mis lágrimas salían sin aliento de mi alma y al principio no lo entendía, solo lloraba sin cesar. Después comprendí que ellos están en todos los lugares haciendo lo posible para que reconozcamos de nuevo que somos chispas de luz. Me tocaron y comprendí, realmente comprendí, que falta mucho por reconocerme, por reencontrarme y por encontrar a Dios; no es que sea inalcanzable ante nosotros, es más nunca se ha mostrado así, lo que pasa es que nuestros corazones primero deben limpiar y sanar vacíos, los recuerdos dolorosos deben dejar de habitar dentro de nosotros y los apegos, esos apegos que nos esclavizan, deben de ser liberados. Entonces Dios no es inhabitable, somos nosotros quienes nos olvidamos de limpiarnos constantemente para sentir su salvia divina.